Excelente acogida de crítica y público de “El olvido que seremos” en San Sebastián

El director Fernando Trueba y el actor Javier Cámara clausuran  el 68 Festival de Cine de San Sebastián con “El olvido que seremos”, adaptación de la novela del colombiano Héctor Abad Faciolince en la que narra la vida y muerte de su padre, médico y activista en pro de los derechos humanos en el Medellín de los 70.

Carlos Boyero en El País: Esta edición tan meritoria del festival de San Sebastián ha sido clausurada con una bonita, luminosa y trágica película. Es El olvido que seremos, dirigida por Fernando Trueba y que adapta una novela de Héctor Abad Faciolince que todavía no he leído, de la que hablan con estremecimiento todos los que lo han hecho. A Fernando le gustaba mucho, como a todos los que no son frígidos emocionales, la memorable película de Robert Mulligan Matar a un ruiseñor. La protagonizaba un hombre bueno, justo, firme, tolerante, valiente, racional, defensor de los derechos de los débiles, con sabiduría vital. Y de la entrañable relación que mantenía con sus hijos. Me recuerda al protagonista de El olvido que seremos. Trueba habla de la felicidad familiar, de la alegría de vivir, de que todo dios se sienta querido y acompañado. Y de la pérdida, de que la muerte, por enfermedad o asesinato, reclame su maldita cuota de inconsolable dolor. Es alentador que alguien siga hablando de los buenos sentimientos, tan devaluados ellos. Javier Cámara hace una creación magistral de ese personaje conmovedor, de alguien que no quiere ni puede renunciar a exponerse al peligro que implica defender a los menesterosos, pedir justicia, buscar soluciones, un tipo honesto, incomprable y humanista al que la derecha consideraba un subversivo y la izquierda radical un aliado del fascismo. Es una película que expresa muy bien variados sentimientos, que contagia en algunos momentos auténtica emoción.

 

Luis Martínez en El Mundo: El director compone en ‘El olvido que seremos’ un tratado de la emoción a vueltas con la belleza, la dignidad y la bondad de un hombre, en el mejor sentido de la palabra, bueno.

Guiada por una interpretación cerca del milagro de un Javier Cámara convertido de repente en doctor colombiano y padre, pese a todo, perfecto, El olvido que seremos se las arregla para construir antes que nada un universo donde el espectador es invitado no tanto a ver u observar como vivir. Los personajes y situaciones que discurren por la pantalla observados por el niño primero y por el joven universitario después son, antes que el retrato de una época y un tiempo pasado, la descripción meticulosa de un estado moral, que no de ánimo. Trueba se empeña en convertir la evidencia de la bondad en acontecimiento; la certeza de la dignidad, en espectáculo; la belleza, en un modo de estar en el mundo. Y, lo que son las cosas, lo consigue. El olvido que seremos es cine para la exaltación y, apurando, la evidencia. Es cine para sencillamente la vida.